miércoles, 21 de septiembre de 2011

Cuento fantástico...

Asesinato en el estanque

Cada vez que paso por ese camino y veo la maldita parada, viene a mi mente el macabro asesinato que cometí. Lo que no recuerdo es que si ese acto lo cometí por estar pichado de esperar cole o por no tolerar una verdad tan cruda. La verdad no aún lo pienso.

Eran las dos de la tarde y venía de un lugar al cual no quiero volver jamás. Mientras esperaba el micro para volver a  casa, divisé un estanque cerca de la parada, el cual me llamó la atención. Curiosamente me acerqué y lo contemplé. El agua estaba quieta y además muy clara, de lejos parecía un gran espejo sobre la firmeza de la tierra. La quietud del agua calmó mi impaciencia y mis nervios. Miro al estanque y veo el reflejo de mi rostro, y junto a él, aparece otro pero la de una persona adulta y muy parecida a mí. Trato de no asustarme. Volví bruscamente mi cabeza, para ver al extraño, sorprendente, nadie estaba cerca de mí. Volví a mirar al estanque y ese extraño continuaba a mi lado,  de repente puso sus manos sobre mi hombro, como queriendo ser amigable. Ese no yo se diferenciaba de mí únicamente por estar feliz y sonriente. Me molestó mucho esa actitud porque sentí que se burlaba de mí. Bruscamente me aparté de él y salté al estanque para poder borrar su presencia. Salgo del agua y me tranquilizo, ya había terminado con el extraño. El agua se vuelve a su estado normal y otra imagen aparece en el estanque, pero esta vez mucho más joven, una persona de aproximadamente 16 años. Esta vez el que entró en pánico fui yo al ver reflejada  mi propia imagen de hace cinco años atrás. Le tendí la mano y el joven se aferra con total confianza. Al rato le digo:

-sé que tú eres yo, un yo pasado, de hace cinco años atrás, un yo en sus tiempos felices. No sé qué es lo que quieres de mi presente…pero no importa…ya que estamos háblame, dime qué buscas.

El joven me miró con estupor, esta vez el que comenzó a tener miedo fue él. Después de una incesante vacilación, respondió:

-quisiera  estar un rato contigo, hace cinco años anduve buscándote para poder mostrarte lo alegre y feliz que eras…pero mira ahora, estás diferente, perdido, nervioso y muy confundido. Quisiera volver a unirme y estar junto a ti, vivir contigo y así devolverte esa sonrisa nuevamente. No pararé hasta que logre hacerte  feliz.

Asentí con la cabeza, como queriéndole demostrar que tenía razón. Al momento sentí una rara sensación. Al momento una voz en mi interior, comenzó a decirme que no hiciera caso a las atrocidades de ese extraño. Entré en un estado de gran vacilación y descontento. A pesar de las verdades de mi yo pasado, no quería abandonar mi presente. Miré al estanque por largo rato y luego de una gran introspección di un abrazo al extraño que estaba junto a mí. Amigablemente me dijo:



-Vamos hombre, deja el sufrimiento de lado porque no te corresponde estar así…ven conmigo y revive los buenos momentos…duele verte triste. Abandona ese estado de vida y adopta otra.



Pensé que sus palabras me tranquilizarían, pero nada fue así. Una ola de terquedad subió por todo mi cuerpo envolviéndome con su sabana de rencor y odio. Le respondí diciendo:

-¡Ahora apareces y pretendes que yo sea feliz de un segundo para el otro, cinco años…cinco años!

Muy enfurecido me precipito hacia él y lo arrojo sobre el agua, y lo sostuve allí con toda la fuerza de mi odio. Después de unos momentos observé que su rostro se volvió de nieve y entonces lo solté. El joven fue hundiéndose lentamente hacia el fondo del estanque, lo he asesinado.

Luego de ese macabro episodio, me largué a llorar intensamente. Acabé con mi pasado feliz, que quizás venía a salvarme de esta muerte lenta. Pedí a la muerte que enviara nuevamente a mi yo pasado, pero no hizo caso a mis súplicas. Nada había por hacer. Lavé mis manos en el estanque, me mojé el rostro, en eso llegó el colectivo. Una vez en el asiento de atrás comencé a reflexionar sobre cada una de las palabras que había proferido mi yo pasado, pero ya era un poco tarde. La imagen de aquel estanque se iba perdiendo a medida que el colectivo aceleraba su marcha. Para no pensar más, corrí la cortina y pensé únicamente en llegar a mi casa y descansar.



Portillo Gustavo Darío





                                                      

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