viernes, 24 de julio de 2015

EL RAPTO


El Rapto
Sentado en el sofá con el televisor encendido me dejé arrastrar por una extraña sensación que me provocó el espejo recostado sobre unos libros de Borges y de Cortázar, dos grandes autores que te encierran en laberintos sin salidas. Pero de ellos no quiero hablar, sino más bien del espejo. No sé qué fue pero algo en él me llamó la atención. En un momento creí que estaba a punto de quedar loco pero no hice caso a tal idea vana de una noche solitaria. Para distraerme, y con el control en la mano,  comencé a hacer zapping y así por lo menos encontrar alguna película. Cansado de ver estupideces en la televisión apagué por completo la caja boba. Fui hasta la cocina, abrí la heladera y tomé un vaso de agua siempre pensando en aquel extraño espejo. Para evadir el “miedo”  me fui al baño, abrí el grifo, dejé caer el agua por un largo rato y me mojé la cara. Sin embargo, no pude evadirlo ya que una vez más sentí una fea sensación, pareciera ser que esta vez el espejo del baño me estuviera advirtiendo algo, pero no sé qué.
Después de un largo vacilar salí bruscamente del baño para mirar el espejo que se encontraba en la mesita de luz pero todo estaba en su lugar. En ese instante un viento frío comenzó a subir lentamente por mis pies dejándome petrificado. Inmediatamente fui a la pieza y me metí en la cama al igual que lo hace un niño asustado en una noche de luna llena. Estando debajo de la cama, una nueva e insistente rara sensación corrió por mis venas. Levanté la sábana y comencé a girar la mirada por todos los ángulos de mi habitación como buscando algo o a alguien. Detuve la mirada en otro espejo que yacía en el suelo. Empecé a temblar, mis labios se adormecieron por completo y un aire frío me cubrió con su manto; pareciera ser como que si todos los espejos de la casa estuvieran vivos. <<! Maldito espejo ¡>> me dije y me quedé atónito. Salí bruscamente debajo de la sábana y me metí nuevamente en el baño. El grifo seguía abierto mientras que mi mirada se perdía en el abismo. Por un momento sentí que el espejo me tomó por rehén encarcelándome en una oscuridad abismal. El frío del agua que mojaba mis pies me ayudaron a salir de ese extraño lugar. Bajé la mirada, cerré el grifo y salí del baño.
Una vez en el living me senté nuevamente en el sofá y al encender el televisor, en el canal Encuentro, estaba pasando un especial sobre la fabricación de espejos. <<Otra vez el espejo>> me dije abriendo enormemente los ojos. Teniendo  la certeza de que algo estaba por ocurrir, bruscamente volví la cabeza, miré hacia la mesa de luz y de lejos vi el espejo caído sobre el libro de Cortázar. Me precipité a ver qué pasó y sólo hallé el espejo roto sobre el libro abierto. En un momento no entendí nada, lo único que sobresalía era el título del cuento “Los otros”. Automáticamente asocié dicho título con algún otro que se encontraba en mi casa, pero sin ser interceptado por mí. Busqué en cada esquina a ese otro, al fantasma, al extraño, al desconocido o como quieran llamarlo. . 
El miedo y los nervios se apoderaron por completo de mí. Comencé a correr como un loco de un lugar a otro pero sin encontrar salida al espantoso momento. De pronto todo oscureció, me encontraba en un lugar sin dimensiones, puro abismo e infinito. Me quedé quieto para esperar a que regresara la luz, pero de pronto el espantoso silencio fue interrumpido por enigmáticos pasos. Alguien del otro lado abrió la puerta del baño, era mi hermano. Al verlo me quedé feliz porque estaba seguro que iba a ayudarme. Lo llamé una y otra vez pero no me oyó. Con los puños golpee fuertemente el bañado de plata que nos dividía pero ni siquiera levantó la mirada. De repente miró fijamente al espejo, quedándonos quedamos cara a cara logre empañar el cristal con mi aliento. Él del otro lado desempañó el espejo, por un momento creí que extendía sus manos para arrebatarme del extraño lugar pero nada fue así. Volví a golpear el bañado de plata, insistí con gritar lo más fuerte que pude pero a pesar de todo no pudo oírme. Una tristeza corrió por mis venas y la impotencia se apoderó de mí. Después de vanos intentos, nuevamente gobernó la oscuridad, otra vez me sentí sumergido en un mundo infinito, oscuro e inacabable. Tristemente vi que mi hermano se alejaba y sin sospechar nada salió del baño dejando la luz encendida y a mí raptado por el espejo.
Envuelto en llantos decidí recostarme en la oscuridad y esperar alguna ayuda del exterior. Luego de unos instantes alguien abre la puerta y apaga la luz.
Autor:
Portillo Gustavo Darío