domingo, 2 de octubre de 2011

Nuevo cuento

El Rapto

Sentado en mi sofá con el televisor encendido, no se lo que miro ni lo que hago pero estoy sentado mirando no se qué. Lo único que me llama la atención es el espejo que está sobre la mesita de luz. Éste se encuentra rodeado por unos libros de Borges y de Cortázar, grandes obras maestras que te encierran en un laberinto sin salidas. Pero de los libros no quiero hablar, sino más bien del espejo. No sé qué es pero algo en él me llama la atención. En un momento creí que estaba a punto de quedar loco pero no hice caso. Para distraerme comencé a buscar alguna película para ver, como no encontré nada entretenido en la tv, fui hasta la cocina, abrí la heladera y tomé un vaso de agua. Me dirijo al baño, me mojo la cara y cuando miro al espejo siento una rara sensación, pareciera ser que el espejo me estaba como avisando algo. Un viento frío se desliza por mis pies provocándome miedo. Inmediatamente voy a mi pieza y me acuesto en la cama. Una rara sensación corría por mis venas. Pareciera ser que todos los espejos de mi casa estuvieran vivos, te clavaban la mirada a los ojos. <<! Maldito espejo ¡>> a mi mismo. En un momento sentí ganas de no estar más en mi habitación. Nuevamente fui al baño para lavarme la cara, dejé correr la canilla para que juntara suficiente agua y así sumergir mi rostro y despertarme de una vez por todas de esta rara sensación.

Luego de varios minutos todo el lugar estaba cubierto de agua. No recuerdo exactamente lo que pasó, lo último que me vino en mente fue haberme mirado al espejo y ahí me quedé, cuando reacciono, el agua ya había rebozado la pileta. Fue el espejo el que me llevó por unos instantes, me raptó por varios minutos trasladándome muy lejos, a un lugar infinito. Apagué la canilla y comencé a secar el baño y parte de mi pieza porque en verdad se formó un gran arroyo dentro de mi casa. Miles de veces intenté entender lo que había pasado. Después del arduo trabajo, fui nuevamente al sofá para ver algún programa de televisión. En el canal Encuentro estaba por pasar un especial sobre la fabricación de espejos. <<otra vez el espejo>> me dije. Esta vez tuve la certeza que algo iba a ocurrir, bruscamente vuelvo la cabeza y miro hacia la mesa de luz,  veo el espejo caído y unos de los libros abierto. Me precipito a ver qué pasó. El espejo estaba roto y el libro de Borges abierto. En un momento no entendí nada, miré la página del libro abierto  y el mismo correspondía al cuento “El otro” del escritor argentino. Automáticamente asocié el título del cuento con algún otro que en verdad estaba en mi casa y yo no me estaba dando cuenta. Busqué en cada esquina a ese otro, pero nada hallé, ni siquiera para almenos echar culpas de lo sucedido.  

El miedo y los nervios se apoderaron de mí. Comencé a correr de un lugar a otro pero no encontraba salida para este espantoso momento. De pronto todo oscureció, en el sitio donde me encontraba no tenía dimensiones, era como estar cayendo en un horrible hoyo oscuro e infinito. Me quedé quieto para esperar que regresara la luz nuevamente. De pronto oí pasos y me tranquilicé, porque era mi hermano quien venía a ayudarme. De golpe se hizo la luz. Únicamente podía ver el rostro de él, lo llamé por su nombre pero no me escuchó. Intenté pasarle mi mano pero una pared de plata me detuvo, lo tenía ahí cara a cara. Comencé a golpear el bañado de plata, grité lo más fuerte que pude pero no pudo oírme. Una tristeza corrió por mis venas y la impotencia se apoderó de mí. Después de vanos intentos, nuevamente gobernó la oscuridad, otra vez me sentí sumergido en un infinito oscuro e inacabable. Nuevos pasos como si alguien se estuviera acercando. De nuevo se hizo la luz y apareció mi primo. Inmediatamente comencé a gritar para que me oyera. La pared que nos dividía comenzó a empañarse. En un momento mi primo acercó su mano al espejo, creí que iba a ayudarme, pero no fue así. Él únicamente comenzó a secar el cristal, intenté tocarlo pero la misma pared impidió el contacto. Mi vista quedó clara nuevamente, pero él ya no estaba presente. Como había dejado la luz del baño encendida, aposté a que volvería. De pronto la puerta se abre y una mano aprieta la llave de luz dejándome nuevamente en tinieblas. Y aquí estoy del otro lado suplicando  ayuda, pero todo es en vano porque el espejo otra vez  me ha raptado y esta vez para siempre.



Autor:

Portillo Gustavo Darío


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